16.2.05

Los beneficios de la luna

Algunos textos, por lo directos, simples, inmejorables, gozan de una perfecci�n pasmosa. Dicen exactamente lo que queremos decir, si hubieramos sabido encontrar las palabras para decirlo. Esto es de Charles Baudelaire, pero bien podr�a haber sido mio, si Charles no se hubiese adelantado m�s de cien a�os...
La Luna, que es el capricho mismo, se asom� por la ventana mientras dorm�as en la cuna, y se dijo: "Esa criatura me agrada." Y baj� suavemente por su escalera de nubes y pas� sin ruido a trav�s de los cristales. Luego se tendi� sobre ti con la ternura flexible de una madre, y deposit� en tu faz sus colores. Las pupilas se te quedaron verdes y las mejillas sumamente p�lidas. De contemplar a tal visitante, se te agrandaron de manera tan rara los ojos, tan tiernamente te apret� la garganta, que te dej� para siempre ganas de llorar. Entretanto, en la expansi�n de su alegr�a, la Luna llenaba todo el cuarto como una atm�sfera fosf�rica, como un veneno luminoso; y toda aquella luz viva estaba pensando y diciendo: "Eternamente has de sentir el influjo de mi beso. Hermosa ser�s a mi manera. Querr�s lo que quiera yo y lo que me quiera a m�: al agua, a las nubes, al silencio y a la noche; al mar inmenso y verde; al agua informe y multiforme; al lugar en que no est�s; al amante que no conozcas; a las flores monstruosas; a los perfumes que hacen delirar; a los gatos que se desmayan sobre los pianos y gimen como mujeres, con voz ronca y suave. "Y ser�s amada por mis amantes, cortejada por mis cortesanos. Ser�s reina de los hombres de ojos verdes a quienes apret� la garganta en mis caricias nocturnas; de los que quieren al mar, al mar inmenso, tumultuoso y verde; al agua informe y multiforme, al sitio en que no est�n, a la mujer que no conocen, a las flores siniestras que parecen incensarios de una religi�n desconocida, a los perfumes que turban la voluntad y a los animales salvajes y voluptuosos que son emblema de su locura." Y por esto, ni�a mimada, maldita y querida, estoy ahora tendido a tus pies, buscando en toda tu persona el reflejo de la terrible divinidad, de la fat�dica madrina, de la nodriza envenenadora de todos los lun�ticos.

2 comentarios:

Shazz dijo...

M�s!



(Morro cojonudo, hay que tener cojones para escribir que un Baudelaire bien podr�a haber sido tuyo; la merda, ol�

Innoble. dijo...

Y bueno, son los ataques de grandeza que me dan a veces. Prometo que me modero m�s para el pr�ximo Baudelaire.