27.4.06

Bailemos

Si ya de por si es lindo encontrar una canci�n que nos agrade, que divertido es descubrir que uno va caminando por la calle, al mismo ritmo que la canci�n. Esa canci�n, tiene nuestro ritmo, es para nosotros. Entonces, se suben las escaleras cantando, casi bailando. Se sonrie nada m�s por saberse conocedor del secreto de cada pisada, acompa�ando los acordes. El buen humor est� casi garantizado. Ahora, si es linda una canci�n a tu ritmo, cu�nto mejor es encontrar una persona a tu ritmo. Cu�nto mejor.

24.4.06

La Metro Rebeli�n (parte II)

Nunca paramos a pensarlo, pero sonaba l�gico: el escenario ya estaba preparado para que todo esto sucediera. Los �nimos venian caldeados despu�s de semanas de maltratos, de abusos. En realidad, ni ellos ni nosotros ten�amos la culpa, pero quedamos en el medio. Estaba cantado, en alg�n momento se ten�a que ir todo a la mierda... y ese d�a lleg�... Estoy esperando, parado. Feliz, ya que pude salir temprano del trabajo, para no tener que viajar apretado hasta casa. Si no estuviera prohibido, prender�a un cigarrillo para disfrutar el momento. Cuando uno tiene que conformarse con peque�os placeres, llegar 30 minutos antes a la casa, un viernes, se posiciona bien alto en la escala de valores. Pasa la primera formaci�n, sin detenerse. Raro, pero a veces van directamente a los talleres, por alg�n desperfecto. Nada de que preocuparse en realidad, as� que ojeo el diario un poco. Cinco minutos luego, la misma situaci�n. Llega una formaci�n al and�n, despacio, vac�a, las luces apagadas, y sin detenerse comienza a acelerar, dejando en claro que no era para nosotros. "�Que carajo...?" exclamo despacio, para que no me oiga la gente que, lentamente, comenz� a sumarse. Despu�s de otros quince minutos, la situaci�n ya era otra. Las formaciones ya no pasaban y el calor, el amontonamiento y el olor comenzaban a ser demasiado notorios. De que mal humor que me ponen estas cosas, con la frente brillosa y las gotas de sudor que me recorr�an la espalda. Que asco, no solo estaba llegando tremendamente tarde a casa, a mi oasis, sino que me hac�an viajar con todos los obreros, con todos estos negros amontonados... Una hora despu�s, comienzan a resonar los parlantes. Y el grito conjunto, la puteada generalizada. "Paro sorpresivo" (casualmente, hace m�s de una hora que lo sospech�bamos) y la marabunta de manos tratando de alcanzar la boleter�a, para quejarse. Pero en lugar del t�pico representante devolviendo los boletos que la gente pag�, encontramos matones detr�s de los vidrios, anunciando que no se iba a devolver nada. El resto, fue obvio: empujones, gritos, apretes, hasta que alguna mujer cay� al piso, la pasaron por encima, y alguien arroj� la primer trompada...

10.4.06

Esta noche

Esta noche no necesitamos excusas. Somos los dos, ancla y muelle, amarrados entre s�banas. Un mar de caricias rompe contra nuestros cuerpos, y el alba es el faro que indica el camino en la noche de tus cabellos... Estamos atrapados en este cuarto, nos es imposible salir, ya que los dos somos la victima, el culpable, el delito, el castigo y la c�rcel. Es imposible salir, no podr�amos salir, porque no deseamos salir. No existo, no soy. Son tus manos las que me dan forma, las que definen, las que me dan una raz�n para existir, las que rompen el vac�o y me inventan. En silencio, cerrando los ojos, me dibujas de perfil. Nuestras bocas rebalsan en besos, se derraman y caen en tus hombros, resbalan por tu espalda, que vibra al tono de tu cuerpo. No lo notamos, pero exudamos notas, hacemos m�sica al movernos. En la habitaci�n hace diez minutos que el tiempo ya no transcurre, ya no avanza. Y te miro, te tengo cerca, te respiro, me derrito, te huelo, te aspiro, te deseo. Est�s a mi lado, mir�ndome, respir�ndome, derriti�ndote, oli�ndome, aspir�ndome y dese�ndome. A tu lado. Y hay pelos revueltos y sudor. Hay cosquilleos, temblores, cansancio, hay ruidos en la panza, hay sed. Dos sonrisas llenan el cuarto. Hay luz. Hay un hombro que es mordido. Y todo vuelve a renacer, todo comienza de nuevo. Anclas, Castigos, Manos, Notas, Miradas, Temblores.

7.4.06

La Metro Rebeli�n (parte I)

En los actos m�s violentos de la vida, siempre existe una constante: El no saber muy bien en que momento comenz� todo. Un beso, un asesinato, una pelea, una revoluci�n. Este caso no fue distinto... El caos. Y en el medio yo, luego de recibir un golpe que claro, nunca vi venir. Intent� evitar el piso, pero el piso ya ven�a demasiado r�pido. Me levant� como pude, escupiendo sangre y algo s�lido que, despu�s, descubrir�a fueron dos dientes. Entre toda la gente convulsionada, entre los gritos y las corridas, me tiro debajo de un cartel y respiro. En el piso se est� mejor, no hay tanto humo ni se siente tanto el calor del fuego... Corren. Los hicimos retroceder otra vez. La gente comienza a dispersarse, o al menos, a no estar tan amontonada, as� que busco ponerme de pie. "Que hijos de puta, mirenlos correr" grita un tipo. Ya lo vi un par de veces, es un poco mayor, pero duro para la pelea. La sangre me empasta la boca, y escupo rojo. Alcanzo a ver como golpean a un uniformado que no lleg� a reunirse con su grupo escaleras arriba, y lo est�n pateando en el piso. No me da l�stima, peor es lo que nos hacen a nosotros, trat�ndonos como ganado. Pero ya no m�s. "Que boludo", pienso. "Pensar que baj� por mi propia voluntad, que boludo". �El plan? 25 minutos y estar en casa. Prender la tele y ver alg�n programa hasta que se hiciera la hora de la comida. Ahora, muchas, muchas horas despu�s, no se si afuera es de d�a o de noche. Como si importara. Ac� abajo solo importa el calor, el sofocamiento, el cansancio. Solo queda la satisfacci�n de saber que ya est�n sobrepasados por la situaci�n, porque cortarnos la ventilaci�n, responde a un acto desesperado. Pero igual resistimos...