Un hombre entrado en años -y experiencias- se encuentra sentado en el banco de una plaza, mirando seguramente hacia un pasado que no volverá, como casi todos los pasados. La tardecita que prometáa sol, terminó decantando por unas nubes grises que no pueden traer más que lluvia...
La tarde se insinuaba igual que otras tantas tardes, pero habría de suceder algo distinto, algo que estaba predeterminado que sucediera esta tarde y no cualquier otra.
Sin esperarlo, una mujer, de cabellos rubios nacidos en el mismo sol, se sienta en el mismo banco, y de entre sus labios emerge una canción largamente olvidada, y la canta despacio, dejando la invitación para la siguiente estrofa.
El hombre, mirando a su lado, molesto al comienzo por la invasión de su lugar y su momento, intenta recuperar de algún rincón con telarañas de su mente, esa estrofa faltante.
- "Las plazas siempre me recuerdan esa primera infancia de juegos inocentes y rodillas coloradas, ¿no le parece?" - dice ella sabiendo perfectamente de lo que habla.
- "¿Disculpe? ¿Nos conocemos?"
- "Claro, todos me conocen. Aunque algunos desearían no hacerlo". - dice ella y lo mira fijamente a los ojos.
El hombre estuvo a punto de pararse e irse, fastidiado, un segundo antes de mirar dentro de esos ojos. Cuando lo hizo, comprendió realmente la dimensión del problema. Y tuvo pavor.
- "¿Qué hice? ¿Por qué yo?" - pregunto con la voz trémula del terror.
- "Nada. Digamos que solo tengo un capricho, como tantos otros" - contesta ella mientras enciende un cigarrillo en una boquilla infinita.
- "¿Qué querés de mi?"
- "Lo usual. Busco almas, como siempre. No me preguntes porqué, pero la tuya me es de vital interés."
No pudo decir nada. El miedo le apretaba el cuello y apenas le permitía respirar. El corazón desbocado, bombeaba una sangre helada por las venas.
- "Tengo otros asuntos que arreglar, así que vayamos al grano. ¿Qué querés? ¿Querés volver a tener a tu esposa? O mejor aún, ¿a tu primer amor?"
- "Nada" - dijo él, zafando por momentos de la presión
- "Vamos... todos quieren algo, cada cual tiene su precio. Ya sé lo que vos me vas a pedir... ¡Juventud! El cuerpo ya te traiciona y te acordás de mejores tiempos.¿Pedímelo!"
- "No...quiero... nada".
- "Vos añorás otros tiempos. Sos un fantasma de otra época. ¿Preferís cantar a dúo con Carlitos... o con el Polaco? Puedo darte si querés a la Rubia Mireya o a esas rubias de Nueva York. Vos y las rubias..."
- "Por favor... dejame solo".
- "Todo puede ser tuyo, cualquier cosa. Podés volver a jugar con el trompo, verte con los muchachos del café de la esquina. Nada es imposible para mi, nada escapa a mi poder".
- "Hay... algo. Una cosa quisiera." -dijo, dudando- "Mi hijo. Hoy le compré esto en Once" -y muestra una calcomanía con una boca deforme, de la cual sobresale una lengua, signo de este y otros tiempos- "Pero no se lo puedo dar... ni siquiera puedo hablar con él. Está siempre con esos aparatos en los oidos, y no me oye. Si algo quiero, es poder hablar con mi hijo".
- "Yo puedo hacerlo, claro, siempre a cambio de tu alma".
Belcebú extiende una fantasmal hoja, vaya uno a saber con que infernales condiciones, pero un trueno destroza el silencio y produce el milagro. El hombre, se toma del pecho, en una contorsión que le durar;a el resto de su vida. El corazón, harto de aguantar durante años los embates de la vida, se decide, indefectiblemente, por la muerte.
El cuerpo sin vida, cae lentamente hacia la rubia, quien se para y no cree lo que está ocurriendo. Mirando hacia arriba, exclama:
- "¡ Este era mio !" - y tomando repentinamente la forma de un hermoso angel, desaparece.
Quien está dispuesto a dar el alma por hablar con su hijo, merece sin lugar a dudas, escapar de las llamas del averno.
clicDiario
Este Blog soy yo. Yo soy este Blog. Si estás acá es porque sos un compañero, un amigo/a, alguien que quiero impresionar con lo que escribo o mi mamá.
26.7.18
5.5.06
Domest�came.
De esta manera el principito domestic� al zorro. Y cuando se fue acercando eI d�a de la partida:
-�Ah! -dijo el zorro-, llorar�.
-Tuya es la culpa -le dijo el principito-, yo no quer�a hacerte da�o, pero t� has querido que te domestique...
-Ciertamente -dijo el zorro.
- Y vas a llorar!, -dijo �l principito.
-�Seguro!
-No ganas nada.
-Gano -dijo el zoro- he ganado a causa del color del trigo.
4.5.06
Baile Ritual
Festejemos, hermanos, ya que hoy se alinear�n los planetas, para que todos disfrutemos de este evento maravilloso que nos convoca.
01:02:03 04/05/06
27.4.06
Bailemos
Si ya de por si es lindo encontrar una canci�n que nos agrade, que divertido es descubrir que uno va caminando por la calle, al mismo ritmo que la canci�n. Esa canci�n, tiene nuestro ritmo, es para nosotros. Entonces, se suben las escaleras cantando, casi bailando. Se sonrie nada m�s por saberse conocedor del secreto de cada pisada, acompa�ando los acordes. El buen humor est� casi garantizado.
Ahora, si es linda una canci�n a tu ritmo, cu�nto mejor es encontrar una persona a tu ritmo. Cu�nto mejor.
24.4.06
La Metro Rebeli�n (parte II)
Nunca paramos a pensarlo, pero sonaba l�gico: el escenario ya estaba preparado para que todo esto sucediera. Los �nimos venian caldeados despu�s de semanas de maltratos, de abusos. En realidad, ni ellos ni nosotros ten�amos la culpa, pero quedamos en el medio. Estaba cantado, en alg�n momento se ten�a que ir todo a la mierda... y ese d�a lleg�...
Estoy esperando, parado. Feliz, ya que pude salir temprano del trabajo, para no tener que viajar apretado hasta casa. Si no estuviera prohibido, prender�a un cigarrillo para disfrutar el momento. Cuando uno tiene que conformarse con peque�os placeres, llegar 30 minutos antes a la casa, un viernes, se posiciona bien alto en la escala de valores.
Pasa la primera formaci�n, sin detenerse. Raro, pero a veces van directamente a los talleres, por alg�n desperfecto. Nada de que preocuparse en realidad, as� que ojeo el diario un poco. Cinco minutos luego, la misma situaci�n. Llega una formaci�n al and�n, despacio, vac�a, las luces apagadas, y sin detenerse comienza a acelerar, dejando en claro que no era para nosotros. "�Que carajo...?" exclamo despacio, para que no me oiga la gente que, lentamente, comenz� a sumarse.
Despu�s de otros quince minutos, la situaci�n ya era otra. Las formaciones ya no pasaban y el calor, el amontonamiento y el olor comenzaban a ser demasiado notorios. De que mal humor que me ponen estas cosas, con la frente brillosa y las gotas de sudor que me recorr�an la espalda. Que asco, no solo estaba llegando tremendamente tarde a casa, a mi oasis, sino que me hac�an viajar con todos los obreros, con todos estos negros amontonados...
Una hora despu�s, comienzan a resonar los parlantes. Y el grito conjunto, la puteada generalizada. "Paro sorpresivo" (casualmente, hace m�s de una hora que lo sospech�bamos) y la marabunta de manos tratando de alcanzar la boleter�a, para quejarse. Pero en lugar del t�pico representante devolviendo los boletos que la gente pag�, encontramos matones detr�s de los vidrios, anunciando que no se iba a devolver nada. El resto, fue obvio: empujones, gritos, apretes, hasta que alguna mujer cay� al piso, la pasaron por encima, y alguien arroj� la primer trompada...
10.4.06
Esta noche
Esta noche no necesitamos excusas. Somos los dos, ancla y muelle, amarrados entre s�banas. Un mar de caricias rompe contra nuestros cuerpos, y el alba es el faro que indica el camino en la noche de tus cabellos...
Estamos atrapados en este cuarto, nos es imposible salir, ya que los dos somos la victima, el culpable, el delito, el castigo y la c�rcel. Es imposible salir, no podr�amos salir, porque no deseamos salir.
No existo, no soy. Son tus manos las que me dan forma, las que definen, las que me dan una raz�n para existir, las que rompen el vac�o y me inventan. En silencio, cerrando los ojos, me dibujas de perfil.
Nuestras bocas rebalsan en besos, se derraman y caen en tus hombros, resbalan por tu espalda, que vibra al tono de tu cuerpo. No lo notamos, pero exudamos notas, hacemos m�sica al movernos.
En la habitaci�n hace diez minutos que el tiempo ya no transcurre, ya no avanza. Y te miro, te tengo cerca, te respiro, me derrito, te huelo, te aspiro, te deseo. Est�s a mi lado, mir�ndome, respir�ndome, derriti�ndote, oli�ndome, aspir�ndome y dese�ndome. A tu lado.
Y hay pelos revueltos y sudor. Hay cosquilleos, temblores, cansancio, hay ruidos en la panza, hay sed. Dos sonrisas llenan el cuarto. Hay luz. Hay un hombro que es mordido. Y todo vuelve a renacer, todo comienza de nuevo.
Anclas, Castigos, Manos, Notas, Miradas, Temblores.
7.4.06
La Metro Rebeli�n (parte I)
En los actos m�s violentos de la vida, siempre existe una constante: El no saber muy bien en que momento comenz� todo. Un beso, un asesinato, una pelea, una revoluci�n. Este caso no fue distinto...
El caos. Y en el medio yo, luego de recibir un golpe que claro, nunca vi venir. Intent� evitar el piso, pero el piso ya ven�a demasiado r�pido. Me levant� como pude, escupiendo sangre y algo s�lido que, despu�s, descubrir�a fueron dos dientes. Entre toda la gente convulsionada, entre los gritos y las corridas, me tiro debajo de un cartel y respiro. En el piso se est� mejor, no hay tanto humo ni se siente tanto el calor del fuego...
Corren. Los hicimos retroceder otra vez. La gente comienza a dispersarse, o al menos, a no estar tan amontonada, as� que busco ponerme de pie. "Que hijos de puta, mirenlos correr" grita un tipo. Ya lo vi un par de veces, es un poco mayor, pero duro para la pelea. La sangre me empasta la boca, y escupo rojo. Alcanzo a ver como golpean a un uniformado que no lleg� a reunirse con su grupo escaleras arriba, y lo est�n pateando en el piso. No me da l�stima, peor es lo que nos hacen a nosotros, trat�ndonos como ganado. Pero ya no m�s.
"Que boludo", pienso. "Pensar que baj� por mi propia voluntad, que boludo". �El plan? 25 minutos y estar en casa. Prender la tele y ver alg�n programa hasta que se hiciera la hora de la comida. Ahora, muchas, muchas horas despu�s, no se si afuera es de d�a o de noche. Como si importara. Ac� abajo solo importa el calor, el sofocamiento, el cansancio. Solo queda la satisfacci�n de saber que ya est�n sobrepasados por la situaci�n, porque cortarnos la ventilaci�n, responde a un acto desesperado. Pero igual resistimos...
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